Investigación en Literatura
LAS HORAS MUERTAS. CARLOS FLAMINIO RIVERA, Ulrika, 2004.
La producción literaria de Carlos Flaminio Rivera se ha concentrado en sus libros de cuentos Sin puntos sobre las íes (1996), Cruentos y adioses (1999), La mirada sumergida, cuentos en el tiempo (2001) y Sudor de sueños y otros textos (2004). En el mismo año de publicación de su último libro, Rivera publica su primera novela Las horas Muertas.
Huyendo de la escritura realista clásica, Las Horas Muertas de Flaminio Rivera retoma la problemática de la violencia – de vieja data en el país y en especial en el departamento - pero no desde una perspectiva político descriptiva, sino para tratar de entender las consecuencias que tiene el conflicto en la psicología de los seres humanos.
En este sentido, los personajes sufren desde un comienzo de un tipo de esquizofrenia derivada de la vivencia directa o indirecta de la violencia: Toño, como “informador de tumbagobiernos”, recrea por momentos las persecuciones y la sevicia de los asesinos (entre sus recuerdos están la ejecución de los populares cortes Franela); Leonardo – hijo de Toño – quien no se puede sustraer a su pasado de miedos, ni a su presente, y que en su condición de desplazado no puede hallar nunca arraigo en la ciudad; Doralice, esposa del primero y amante del segundo: en su juventud vivió la zozobra de la convivencia con “El Alimaña”, este último, muy parecido a los personajes que se afamaron en la época de la violencia bipartidista, tanto por sus acciones como por sus sobrenombres; el “mono Rubenjaime” es marcado desde que está en el vientre, por la amenaza de los bandoleros que su madre se ha encontrado en el camino, y termina siendo el “bobo” de la familia.
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Huyendo de la escritura realista clásica, Las Horas Muertas de Flaminio Rivera retoma la problemática de la violencia – de vieja data en el país y en especial en el departamento - pero no desde una perspectiva político descriptiva, sino para tratar de entender las consecuencias que tiene el conflicto en la psicología de los seres humanos.
En este sentido, los personajes sufren desde un comienzo de un tipo de esquizofrenia derivada de la vivencia directa o indirecta de la violencia: Toño, como “informador de tumbagobiernos”, recrea por momentos las persecuciones y la sevicia de los asesinos (entre sus recuerdos están la ejecución de los populares cortes Franela); Leonardo – hijo de Toño – quien no se puede sustraer a su pasado de miedos, ni a su presente, y que en su condición de desplazado no puede hallar nunca arraigo en la ciudad; Doralice, esposa del primero y amante del segundo: en su juventud vivió la zozobra de la convivencia con “El Alimaña”, este último, muy parecido a los personajes que se afamaron en la época de la violencia bipartidista, tanto por sus acciones como por sus sobrenombres; el “mono Rubenjaime” es marcado desde que está en el vientre, por la amenaza de los bandoleros que su madre se ha encontrado en el camino, y termina siendo el “bobo” de la familia.
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